pongo o ponjo

    La forma correcta de pongo/ ponjo ¿se tiene que escribir con la letra ‘g’ o con la letra ‘j’?¿Estás indeciso entre escribir la palabra pongo o bien la palabra ponjo? Tranquilo, aquí encontrarás ayuda. Existe un gran número de personas que sienten la misma duda que tú, y eso es debido a que en español tanto pongo como ponjo se pronuncian del mismo modo. Debido a esta semejanza en su fonología, es normal tener dudas sobre cuál es la manera adecuada de escribir este término, si ponjo o como pongo. Pero no queremos perder más tiempo para aclarar tus dudas, entre ponjo y pongo, la forma correcta de escribir este vocablo es: pongo. A parte de ofrecerte esta respuesta que estabas solicitando, nos agradará enseñarte otros aportes para aquellos momentos en que sientas dudas en relación con en qué oportunidades se escribe ‘g’ y en qué otras se debe escribir ‘j’. En consecuencia cada vez experimentarás menos vacilación del tipo ‘¿Debería escribir pongo o quizás debo escribir ponjo?’

    pongo

    ponjo

    Consejo para que logres escribir bien pongo

    Nunca dudes entre la palabra pongo y la palabra ponjo cuando te veas en la necesidad de escribir, debido a que tan solo hay una manera viable de escribir este término como es debido, y es: pongo. El término ponjo simplemente no corresponde a ninguna palabra que se encuentre en el diccionario de la RAE.

    Con el objetivo de que puedas acordarte siempre de cómo deberías escribir pongo, su definición del diccionario:

  1. Primera persona del singular (yo) del presente  de indicativo  de  poner  o de  ponerse .
  2. Especie de mono antropomorfo.[ 1]
  3. Cañón angosto y profundo (también llamado cluse), entallado por los ríos andinos a través de los obstáculos montañosos en su descenso hacia la llanura amazónica. Muchos pongos constituyen, aguas arriba, el límite de navegabilidad de los ríos.
  4. Ámbito: Bolivia,  Perú.
  5. Indígena obligado a servidumbre por un periodo de tiempo. Ámbito: Bolivia,  Perú. Ejemplos:
  6. «Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas.» ("El sueño del Pongo" de José María Arguedas [1])
  7. «El pongo era, por último, como es sabido, algún infeliz indio miserable y embrutecido, que venía cada semana de las haciendas, a cumplir su obligación de servicio personal» (Juan de la Rosa: memorias del último soldado de la Independencia Escrito por Nataniel Aguirre,Alba María Paz-Soldán. Página 56 [2])